jueves, 5 de febrero de 2009

Amo y señor de Barcelona



Las comparaciones son odiosas. Frase trillada que, inevitablemente, hay que usarla en ciertos casos. El momento actual que vive el FC Barcelona invita a caer en la simplicidad de la palabra. Es que ya nada queda por decir. Incluso, todo esto está de más.

Arrollador, prepotente, sanguíneo, brillante. Esas son las sensaciones que deja el conjunto catalán luego de cada jornada. Sus pequeñas piezas hacen simple lo difícil. Es verdad, como dice su entrenador Guardiola, que aún no ganaron nada. El solo hecho de imaginar un final de temporada sin títulos para los blaugrana resulta injusto. Repito, sólo imaginarlo.

Todo cuenta a la hora del nacimiento de un gran equipo, de esos que, por más que pasen los años, la gente se acuerda de memoria el once inicial. Directivos, entrenadores, jugadores e hinchas. Claro que todo se hace más fácil si tienes al mejor jugador del mundo. ¿Cristiano Ronaldo llegó al Barcelona? No, eso fue pura decisión del departamento de marketing de la FIFA. Lionel Messi es quien decide los partidos. De titular o suplente, en 90 minutos o 30, da igual. Ese pequeño sudaka, con alma de potrero sudamericano y cultura europea, es la mayor y mejor aparición de un argentino en años. Quizá haya influido que se criara lejos del nerviosismo general que se vive en el fútbol de su propia tierra.

A pesar de las muestras de cariño y admiración que tienen con Lio, son fríos los catalanes. Si no, Barcelona sería un caos. Tapa de todos los periódicos, cara visible de distintas publicidades, no se puede pasar un solo día sin ver a Messi por algún lugar. Para que se entienda, sólo comparable con la época de Diego Maradona en el Napoli o de Michael Jordan en los Bulls de Chicago. Todo, absolutamente todo, gira a su alrededor. Y está bien, porque de no ser así, le faltaría la frutilla al postre.


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